
Este relato que pudiera parecer añejo o repetitivo pone en el centro las dificultades y logros de cientos de mujeres que rompen con sesgos y estereotipos propios del siglo XIX y XX y un Estado que escucha esas demandas lo que, en definitiva, nos abre el camino para hoy tener a más mujeres en política, en biotecnología y astronomía, en minería y construcción, Rectoras de universidades, Generalas, chefs y directoras de cine .
Por Yolanda Pizarro
El 8 de marzo es una fecha que nos invita a reivindicar, conmemorar y celebrar. Reivindicar las demandas que siguen pendientes en cuanto al reconocimiento del ejercicio pleno de los derechos de todas las mujeres. Una fecha de celebración por los logros alcanzados, y una ocasión para poner el foco en las distintas generaciones de mujeres -pasadas, presentes y futuras- que han luchado y siguen luchando por la igualdad de mujeres y hombres.
En 1877 y después de un largo debate público se crea en Chile un decreto (conocido como Decreto Amunátegui) que autorizó el acceso de las mujeres a los estudios universitarios siendo las carreras de Medicina y Derecho las elegidas por Eloísa Diaz y Matilde Throup respectivamente.
Eloísa tuvo que estudiar acompañada de su madre y con un biombo que la separaba de sus compañeros varones lo que no le impide convertirse en la primera médica cirujana del país. Matilde, una vez titulada, postula al Juzgado de “Bienes y Letras” de la ciudad de Ancud cargo que le fue negado por ser mujer y al que apela ante la Corte Suprema ganando el caso y sentando un precedente para el ingreso de mujeres al Servicio Público chileno.
Este relato que pudiera parecer añejo o repetitivo pone en el centro las dificultades y logros de cientos de mujeres que rompen con sesgos y estereotipos propios del siglo XIX y XX y un Estado que escucha esas demandas lo que, en definitiva, nos abre el camino para hoy tener a más mujeres en política, en biotecnología y astronomía, en minería y construcción, Rectoras de universidades, Generalas, chefs y directoras de cine .
Desde la creación del Servicio Nacional de la Mujer en enero de 1991 hasta el Ministerio de la Mujer y Equidad de Género, fundado en junio del 2016, hemos tenido avances que se reflejan en leyes que establecen la igualdad jurídica entre hombres y mujeres, fortalecen la autonomía económica, sancionan la violencia de género, podemos divorciarnos o utilizar el Registro Nacional de Deudores de Pensión de Alimentos y apelar a ese derecho para nuestros hijos e hijas.
Estos logros permiten avanzar en poner fin no solo a la violencia sino incorporar espacios formativos para los hombres con el fin de educar en temas como la corresponsabilidad en la crianza, la división sexual de trabajo doméstico, el cuidado de adultos y adultas mayores y personas dependientes construyendo no solo relaciones más equitativas, sino que fortaleciendo el ingreso de las mujeres al mundo laboral.
Analizo nuestra realidad y confirmo que uno de los grandes pendientes hoy es avanzar sostenidamente en una educación no sexista con docentes que incorporen, en el currículo, la dimensión de género incentivando la participación y el diálogo de manera igualitaria valorando los aportes de las niñas y adolescentes al momento de resolver, por ejemplo, problemas matemáticos en el aula. El peor desempeño de ellas en la prueba de ingreso a la educación superior, particularmente en aquellas que provienen de los quintiles más vulnerados, tiene diversos efectos dentro de los cuales se destacan el no elegir carreras vinculadas a las ingenierías y tecnologías o naturalizar el trabajo doméstico desde pequeñas reduciendo su horizonte.
Si Eloísa y Matilde estuvieran nos pedirían que “apuráramos el tranco”. ¿En un nuevo 8 M les pregunto qué están haciendo Uds. para contribuir a ello?